En esta obra reinterpretó en clave moderna el conocido tema de las tres Gracias, mediante unas modelos de dibujo situadas en el propio taller del artista, con una visión deudora en cierta forma de la obra de Ingres. Renoir buscaba sintetizar la postura canónica clasicista con un aire de realidad natural, en ambientes luminosos y evocadores que traslucían una visión serena y plácida de la desnudez, un ideal de comunión con la naturaleza.